miércoles, 25 de febrero de 2009

Para quitarse el sombrero



Me faltan las palabras para alabar a poetas que como Enrique Gil Lázaro (Childe). Sabe crear arte a espuertas y además es humilde, cualidad no muy extendida en el mundo de la lírica. Se mueve como pez en el agua con la métrica y la rima, pero no reniega del libre, ni se le caen los anillos por hacer sus pinitos en esta materia. Mucho tendríamos que aprender los versolibristas de su actitud. Éste es el poema, que con toda la gracia del mundo (esta vez, lección de humildad para aquellos, de Despeñaperros para abajo, que vamos de graciosillos)le ha hecho a mis maltrechas posaderas.

Era un ángel de Murillo
a un altar encaramado
con el cabello dorado
y sonrosado el carrillo

era risueño y jovial
angelito de altos vuelos
que terminó por los suelos
al perder la vertical

no hubo aleteo ninguno
que eran alitas de pollo
hubo brecha y hubo bollo
y un huesito inoportuno

que aunque de airbag resguardado
de zona tan mal oliente,
chocó muy violentamente
contra el suelo despiadado

maldito rabo atrofiado
sin ninguna cualidad
le das volatilidad
pues no puede estar sentado

y ha pasado del altar
angelito de capilla
con la mano en la escobilla
al infierno de cagar.

jueves, 19 de febrero de 2009

A un culo desagradecido

Como dicen en mi pueblo soy el rigó de las jezichas -traducción simultanea: rigor de las desdichas-, el lunes aterricé desde los alto de una escalera y además de hacerme una buena brecha en la cabeza me he roto el coxi o, como diría mi hijo, el culo.

Llevo años alimentando al muy canalla, procurándole un cojín bien mullidito, tamaño mesa camilla, y el muy desagredicido se raja a las primeras de cambio. Para amortiguar un poquito el dolor, que vaya si duele el mu puñetero, le he dedicado estos ripios:


No eres más que un enclenque,
una nenaza endeble.
Me pasé por el forro, durante años,
cánones de belleza y demás modas,
y elegí para protegerte
el tamaño ballena
la orondez demodé.
Y tú, como si fueras
el más frágil bebito,
de buenas a primeras
vas y te rompes
porque te dejé caer
desde algo más de metro y medio
¡Te lo advierto!
Te pienso negar hasta el agua
y te cubriré sólo con pellejo
porque has dejado al descubierto
el colmo de mi coquetería:
hacer público que tengo rabadilla,
y el colmo de los colmos:
además de tenerla, partírmela.

Yo y mis cambios

Esta mañana me ha dado por recopilar reliquias y he llegado a la conclusión de que una siempre se ve más joven de lo que los demás nos ven, pero para eso están las imágenes, para recordarnos el paso del tiempo. Chivatillas que son las muy puñeteras. Entra la primera y la última median 30 años, o sea toda una vida.






miércoles, 11 de febrero de 2009

Once de febrero




Es probable que me esté precipitando al volver, primero porque puede que pronto – ojalá que sea pronto porque estoy deseando terminar - tenga que despedirme por otro tiempecito ya que los batas verdes me vuelven a pagar una vacaciones en uno de sus “acogedores” centros de descanso; y segundo porque, como diría Mayte Sánchez Sempere, estoy en el más absoluto de los silencios poéticos. La verdad es que tampoco es que me preocupe demasiado ya que el mundo no se pierde mucho porque yo no escriba y porque sé que cuando se me pase este “estrés enfermeril, volveré a lucir con todo mi esplendor y saldrá a flote la veinteañera que nunca fui, y que me niego ahora a no ser, y volveré a guardarme en la guantera el sentido del ridículo y haré publicos, una vez más, mis desvaríos.

Hoy, además, necesito decir que estoy triste, muy triste. No sé si alguien se llegará a enterar porque me parece que este blog lo visito yo y poca gente más, pero tengo decirle al mundo que necesito a mi padre. Llevo casi un año echándolo de menos, pero en días señalados como el de hoy, el día en que hubiera cumplido 81 años, lo tengo más presente que nunca.

Te necesito papá, necesito que me ayudes a seguir adelante, a volver a ser el vendaval ponía a todos en movimiento. Por favor, papá, sigue llevándome de tu mano.

Supongo que mucha gente pensará que estas cosas lo mejor es guardárselas para nuestros adentros, pero yo soy de las que necesita compartir tanto alegrías como tristezas, aunque con ello me arriesgue a que algunos en este mundillo virtual digan que vivo de dar pena. Allá cada uno con sus análisis y sus pensamientos. Yo sé que no es así.

Otra noche encendida entre los dedos
de la niña de trenzas.
La primavera está siendo muy fría
y su padre partió sin el abrigo.
Tan frágil parecía cuando se fue
que la niña de trenzas se clavó
las uñas en las palmas de las manos
para no hacerle daño con su rabia.
No quiere la niña de trenzas
que se apague la noche,
porque de día, aunque el aire huela a lluvia
y en sus labios no prenda risa alguna,
tendrá que reír.
De día tendrá que reclamarle
a la Vida promesas.
Y ella sabe las prisas que se da
la vida, por cobrar las deudas pendientes.