Es probable que me esté precipitando al volver, primero porque puede que pronto – ojalá que sea pronto porque estoy deseando terminar - tenga que despedirme por otro tiempecito ya que los batas verdes me vuelven a pagar una vacaciones en uno de sus “acogedores” centros de descanso; y segundo porque, como diría Mayte Sánchez Sempere, estoy en el más absoluto de los silencios poéticos. La verdad es que tampoco es que me preocupe demasiado ya que el mundo no se pierde mucho porque yo no escriba y porque sé que cuando se me pase este “estrés enfermeril, volveré a lucir con todo mi esplendor y saldrá a flote la veinteañera que nunca fui, y que me niego ahora a no ser, y volveré a guardarme en la guantera el sentido del ridículo y haré publicos, una vez más, mis desvaríos.
Hoy, además, necesito decir que estoy triste, muy triste. No sé si alguien se llegará a enterar porque me parece que este blog lo visito yo y poca gente más, pero tengo decirle al mundo que necesito a mi padre. Llevo casi un año echándolo de menos, pero en días señalados como el de hoy, el día en que hubiera cumplido 81 años, lo tengo más presente que nunca.
Te necesito papá, necesito que me ayudes a seguir adelante, a volver a ser el vendaval ponía a todos en movimiento. Por favor, papá, sigue llevándome de tu mano. Supongo que mucha gente pensará que estas cosas lo mejor es guardárselas para nuestros adentros, pero yo soy de las que necesita compartir tanto alegrías como tristezas, aunque con ello me arriesgue a que algunos en este mundillo virtual digan que vivo de dar pena. Allá cada uno con sus análisis y sus pensamientos. Yo sé que no es así.
Otra noche encendida entre los dedos
de la niña de trenzas.
La primavera está siendo muy fría
y su padre partió sin el abrigo.
Tan frágil parecía cuando se fue
que la niña de trenzas se clavó
las uñas en las palmas de las manos
para no hacerle daño con su rabia.
No quiere la niña de trenzas
que se apague la noche,
porque de día, aunque el aire huela a lluvia
y en sus labios no prenda risa alguna,
tendrá que reír.
De día tendrá que reclamarle
a la Vida promesas.
Y ella sabe las prisas que se da
la vida, por cobrar las deudas pendientes.